Me llaman sigilosas las aguas,
me besa el viento de los Andes,
me reta el calor de la selva.
Aguas,
aguas que no son de mar sino de río,
de un río que yo conozco,
mi río,
chapoteo con él de amor en la orilla,
juega con mis manos y mis pies,
navega en mis barbas y mi piel,
no me lleva, me suelta.
Algún día seré con él
agua que lleva el río
y ustedes vendrán conmigo.
El beso de los Andes no es un adiós,
sino un beso de vuelta,
un beso de enamorado
que me llega por sus labios
y a ellos corro deseoso de besarlos.
Verde de selva,
agua bañada de sol,
calor y luz en las alturas,
calor y hondura en el abismo,
humus de vida en el camino.
Ahora sé quién soy:
Agua a la ida,
Andes y Selva a la vuelta.
Miguel Ángel Olmedo
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