José Luis Molina
"Sueño de Inocencio III./ Benozzo Gozzoli
Francisco de Asís y Francisco de Roma
Leonardo Boff
2013-03-29
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Desde que el obispo de Roma electo, y por eso Papa, asumió el nombre
de Francisco, se hace inevitable la comparación entre los dos
Franciscos, el de Asís y el de Roma. Además, el Francisco de Roma se
remitió explícitamente a Francisco de Asís. Evidentemente no se trata
de mimetismo, sino de constatar puntos de inspiración que nos indiquen
el estilo que el Francisco de Roma quiere conferir a la dirección de
la Iglesia universal.
Hay un punto común innegable: la crisis de la institución
eclesiástica. El joven Francisco dice haber oído una voz venida del
Crucifijo de San Damián que le decía: “Francisco repara mi Iglesia
porque está en ruinas”. Giotto lo representó bien, mostrando a
Francisco soportando sobre sus hombros el pesado edificio de la
Iglesia.
Nosotros vivimos también una grave crisis por causa de los escándalos
internos de la propia institución eclesiástica. Se ha oído el clamor
universal («la voz del pueblo es la voz de Dios»): «reparen la Iglesia
que se encuentra en ruinas en su moralidad y su credibilidad». Y se ha
confiado a un cardenal de la periferia del mundo, a Bergoglio, de
Buenos Aires, la misión de restaurar, como Papa, la Iglesia a la luz
de Francisco de Asís.
En el tiempo de san Francisco de Asís triunfaba el Papa Inocencio III
(1198-1216) que se presentaba como «el representante de Cristo». Con
él se alcanzó el grado supremo de secularización de la institución
eclesiástica con intereses explícitos de «dominium mundi», de
dominación del mundo. Efectivamente, por un momento, prácticamente
toda Europa hasta Rusia estaba sometida al Papa. Se vivía en la mayor
pompa y gloria. En 1210, con muchas dudas, Inocencio III reconoció el
camino de pobreza de Francisco de Asís. La crisis era teológica, pues
una Iglesia-imperio temporal y sacral contradecía todo lo que Jesús
quería.
Francisco vivió la antítesis del proyecto imperial de Iglesia. Al
evangelio del poder, presentó el poder del evangelio: en el
despojamiento total, en la pobreza radical y en la extrema sencillez.
No se situó en el marco clerical ni monacal, sino que como laico se
orientó por el evangelio vivido al pie de la letra en las periferias
de las ciudades, donde están los pobres y los leprosos, y en medio de
la naturaleza, viviendo una hermandad cósmica con todos los seres.
Desde la periferia habló al centro, pidiendo conversión. Sin hacer una
crítica explícita, inició una gran reforma a partir de abajo pero sin
romper con Roma. Nos encontramos ante un genio cristiano de seductora
humanidad y de fascinante ternura y cuidado que puso al descubierto lo
mejor de nuestra humanidad.
Estimo que esta estrategia debe haber impresionado a Francisco de
Roma. Hay que reformar la Curia y los hábitos clericales de toda la
Iglesia. Pero no hay que crear una ruptura que desgarraría el cuerpo
de la cristiandad.
Otro punto que seguramente habrá inspirado a Francisco de Roma: la
centralidad que Francisco de Asís otorgó a los pobres. No organizó
ninguna obra para los pobres, sino que vivió con los pobres y como los
pobres. Francisco de Roma, desde que lo conocemos, vive repitiendo que
el problema de los pobres no se resuelve sin la participación de los
pobres, no por la filantropía sino por la justicia social. Ésta
disminuye las desigualdades que castigan a América Latina y, en
general, al mundo entero.
El tercer punto de inspiración es de gran actualidad: cómo
relacionarnos con la Madre Tierra y con los bienes y servicios
escasos. En la alocución inaugural de su entronización, Francisco de
Roma usó más de 8 veces la palabra cuidado. Es la ética del cuidado,
como yo mismo he insistido fuertemente, la que va a salvar la vida
humana y garantizar la vitalidad de los ecosistemas. Francisco de
Asís, patrono de la ecología, será el paradigma de una relación
respetuosa y fraterna hacia todos los seres, no encima sino al pie de
la naturaleza.
Francisco de Asís mantuvo con Clara una relación de gran amistad y de
verdadero amor. Exaltó a la mujer y a las virtudes considerándolas
«damas». Ojalá inspire a Francisco de Roma una relación con las
mujeres, que son la mayoría de la Iglesia, no sólo de respeto, sino
también dándoles protagonismo en la toma de decisiones sobre los
caminos de la fe y de la espiritualidad en el nuevo milenio.
Por último, Francisco de Asís es, según el filósofo Max Scheler, el
prototipo occidental de la razón cordial y emocional. Ella nos hace
sensibles a la pasión de los que sufren y a los gritos de la Tierra.
Francisco de Roma, a diferencia de Benedicto XVI, expresión de la
razón intelectual, es un claro ejemplo de la inteligencia cordial que
ama al pueblo, abraza a las personas, besa a los niños y mira
amorosamente a las multitudes. Si la razón moderna se amalgama con la
sensibilidad del corazón, no será tan difícil cuidar la Casa Común y a
los hijos e hijas desheredados, y alimentaremos la convicción muy
franciscana de que abrazando cariñosamente al mundo, estamos abrazando
a Dios.
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